Hay muchas formas de escribir terror, pero por lo general, los autores y autoras suelen tomar dos grandes caminos (los que por supuesto están plagados de bifurcaciones): el fantástico y el realista. Para mucha gente, el primero es no solo el habitual, sino que el vencedor. Es fácil apelar al miedo del lector cuando se usan criaturas sobrenaturales y se intenta describir lo desconocido. Pero lo cierto es que en el día a día, cuando nos horrorizamos es por culpa de la realidad.
Si bien tomar un camino no implica abandonar por completo el otro, es notorio cuando en una historia de terror ambas vías se solapan y no pueden existir la una sin la otra. A veces se hace de manera explícita, a veces la lectura tiene que ser más profunda. Pero lo cierto es que las grandes historias de terror nos afectan porque no importa cuán imposible sea la trama, de alguna u otra manera nos recuerda a lo peor de este mundo.
Por ejemplo, Frankenstein nos conmueve porque todos en algún momento fuimos o temimos ser abandonados por quienes debían amarnos y protegernos. O si apelamos a Lovecraft y sus horrores, nos podemos dar cuenta que la posibilidad de que exista R'lyeh y el dios primigenio que duerme en su interior es remota, pero lo cierto es que nadie puede decir con seguridad lo que hay en el fondo del mar. O si somos lectores de Stephen King seguramente nos hicimos la pregunta: Si mi hijo muriera, ¿no lo llevaría a un cementerio maldito si me prometieran que así volverá a vivir?
Ejemplos como los anteriores hay a mansalva a través de toda la literatura de terror y nos recuerdan, en mayor o menor medida, que la clave entonces es tocar ambas notas en una armonía que no nos provoca paz, sino todo lo contrario.
Eso es lo que logra Nuestros demonios, segunda novela de Francisco Traslaviña y publicada por Sietch Ediciones. Con 361 páginas, a lo largo de las cuales nos adentramos más y más en la familia Curtis, la historia se adentra en una fantasía oscura plagada de demonios, rituales y sacrificios, pero sin dejar nunca de recordar que el horror puede tener el sabor de lo imposible, pero nunca deja de ser más que otro reflejo de la realidad.
La historia
Fred Curtis es un joven profesor sin demasiado futuro profesional. Es solitario, algo aficionado al alcohol y está lleno de medios acarreados desde su pasado. Pero dentro de todo, su vida no es tan mala. Algunos miembros de su familia están mucho peor que él y, al menos, a veces tiene el consuelo de toparse con una alumna que se toma su curso de escritura creativa.
Es así que conoce a Mara, una joven de diecisiete años que en una de sus clases lee un texto que lo conmueve. Pero a pesar del talento que muestra la estudiante, algunas de sus actitudes o las marcas que percibe en su piel hacen que Fred sospeche que algo grave ocurre en su casa. Y no se equivoca. Poco después, Mara llega a su casa para pedirle ayuda porque acaba de cometer un crimen.
Como si eso no fuera suficiente, Fred se ve obligado a enfrentarse nuevamente a todas sus pesadillas y malos recuerdos cuando una de sus hermanas lo llama para contarle que su madre, Karina Curtis, ha muerto. Después de años alejado del resto de sus hermanos, con la sola excepción de Jonah, su gemelo, Fred no tiene más remedio que prepararse para verlos, para decirle adiós a la mujer que lo crio y volver a la mansión donde presenció tantas cosas horribles.
Acompañado de Mara y de Jonah, a quien saca de un sanatorio mental con el fin de que participe de los funerales y de la lectura del testamento, el protagonista irá poco a poco desvelándonos la verdadera envergadura de lo que vivieron él y su hermano. Porque todo indica que las declaraciones que dio Jonah hace siete años y por las que le tildaron de loco no fueron fruto de su imaginación. Todo indica que Karina Curtis realmente hacía pactos con demonios y sacrificaba niños y animales ayudada de sus sirvientes.
Al parecer, la herencia de los Curtis no implica solo dinero y propiedades, sino una maldición.
El trauma familiar
Nuestros demonios nunca oculta su lado más fantástico. Desde el título en adelante, pasando por la portada y las primeras páginas, nos dejan aparentemente claro que el camino que tomó su autor fue el de lo sobrenatural. Y es así. Gracias a la perspectiva de Fred, uno de los Curtis que presenció mucho de los horrores cometidos por su madre, los lectores pronto nos ponemos del lado de Jonah, el miembro de la familia repudiado por decir la verdad.
A medida que la historia avanza, esto deja de ser solamente un cúmulo de recuerdos, sino que se transforman en esxperiencias reales, vividas no solo por integrantes de la familia. Cuando los hermanos Curtis deben ir a la mansión para participar de la última prueba que les dejó su madre antes de morir, varios de ellos lo hacen acompañados de amigos, compañeros de trabajo, la psiquiatra y, en el caso de Fred, de su alumna Mara, de quien ahora es cómplice en calidad de encubridor.
Gracias a estos "invitados", la perspectiva se amplía y el conflicto deja de ser únicamente del círculo de hermanos, para convertirse en lo que siempre fue: una maldición que tiene daños colaterales, que consume a vecinos, niños huérfanos traídos en el pasado como sacrificio, amigos y en definitiva a cualquiera que se acerque demasiado a la familia y/o a su propiedad.
Pero una de las cosas más interesantes, es el vínculo entre Mara y Jonah, sobre todo cuando se comparan sus historias. A simple vista pueden parecer personajes muy dispares, pero con una mirada más atenta demuestran cómo, en una buena obra de terror, dialogan lo real y lo fantástico.
Mara es una joven con una vida completamente rota. Vulnerada en sus derechos por quienes más debían protegerla, llegó a un punto cúlmine en que finalmente decidió tomar la justicia por su mano. Esta decisión la convierte en una prófuga de la justicia, pero no vemos arrepentimiento en ella, ya que cuando pidió ayuda no solo no se la dieron, sino que además la tildaron de mentirosa.
Por suparte, Jonah soportó durante años las atrocidades cometidas por su madre, hasta que el sacrificio fue demasiado grande e intentó tomar venganza. Pero la red de protección de Karina Curtis era demasiado poderosa, en ese entonces y después, lo que llevó al menor de los Curtis a convertirse en un paria para el mundo y para su propia familia. Encerrado en un sanatorio mental por siete años, fue repudiado por todos sus hermanos excepto por Fred, quien si bien nunca lo abandonó del todo, prefirió mentir antes que vivir la misma suerte.
Ambos personajes sufrieron abusos por parte de miembros de sus familias, y salieron dañados tanto física como psicológicamente. Fueron abandonados a su suerte por personas que no participaron activamente de tales abusos, pero que tampoco hicieron nada para impedirlos. Y ambos, cuando alzaron la voz, fueron ignorados o rechazados.
Plagada de demonios en el sentido estricto de la palabra o demonios humanos, de esos que caminan con nosotros día a día aunque no nos demos cuenta, esta historia nos muestra los efectos del abuso familiar, del abandono, de la negligencia y de la maldad, que sabe aún peor cuando se refleja en el rostro de aquellos que se supone deberían amarnos.
Una novela que toma el camino de lo fantástico y lo real, solo para recordarnos que el peor horror es el que sigue aquí cuando cerramos el libro.
Reseña y análisis: Aileen Pinto